sábado, 14 de marzo de 2009

NORI MAKI MAGURO SUSHI

INGREDIENTES PARA UN ROLLITO

2 Tiras de atún rojo crudo
1 Lamina de alga Nori
1 Huevo
1\2 Zanahoria
1\2 Pepino
1\2 cucharadita de Sésamo
1\2 cucharadita de Miel
1\2 Cucharadita de vinagre de arroz
Salsa de soja o tamari
Jengibre marinado o en polvo
3 cucharadas soperas de Arroz redondo


*Para hacer el rollito necesitaremos una esterilla de bambú, así, podremos enrollarlo perfectamente.

*Serán varios los pasos de elaboración, hasta llegar a montar el rollito

PREPARACION

1º - En una cazuelita, pondremos un vaso de agua a hervir, y cuando el agua esté caliente, coceremos el arroz durante 20 min. Una vez esté cocido, lo escurriremos y lo pondremos en un bol pequeño.
En otra cazuelita, pondremos la miel y el vinagre a calentar y cuando esta mezcla esté ligada, se la echaremos al arroz junto con el sésamo. Reservaremos.
2º - El Pepino lo cortaremos en tiras, la Zanahoria, la coceremos al vapor (5 min.) y la cortaremos en tiritas igual que el pepino, dejaremos enfriar y reservaremos.
3º - El Huevo lo batiremos bien y haremos una tortillita francesa.
4º - Vamos a montar el rollito: en una sartén caliente, pondremos la lámina de alga Nori por la parte que no brilla, y cuando el alga empieza a oler a mar, la pondremos sobre la esterilla de bambú. En este momento, extenderemos sobre la lámina el arroz que teníamos reservado, dejando un margen en la parte más lejana para poder pegarla. Sobre el arroz, pondremos la tortillita francesa, sobre esta, pondremos el pepino, la zanahoria, y el atún.
En este momento, levantaremos el extremo de la esterilla, y empezaremos a hacer el rollito apretando (sin estrujar) hasta que este completamente enrollado, mojaremos con agua el margen que habíamos dejado en el alga para que se pegue, y ya tenemos nuestro rollito.
Para servirlo, lo cortaremos en medallones de más o menos 5 mm, los pondremos en un plato, los espolvorearemos con un poquito de sésamo, y en un cuenquito pondremos salsa de soja con jengibre para mojar los Nori Maki.

MATANZA DEL GOCHO (II)

Comimos abundantemente, como se hace en todas las matanzas, pues no hay que olvidar que éstas, además de un trabajo muy importante, eran una fiesta.

Después de comer, empezamos a embutir, el trabajo más delicado. En la misma máquina picadora se cambia la cuchilla por un embudo, entran las “bolas” (el adobo bien apretado) por la parte superior de la máquina, y salen despacio por el embudo.
El embudo se cubre con un extremo de una tripa cular, que se va rellenando y nosotros vamos retirando despacito. Mientras la carne va llenando la tripa, otra persona provista de un corcho lleno de alfileres va picando la tripa para que no se formen burbujas de aire ni vacíos que dificultarían el secado de la carne. Es muy importante que la carne quede bien prieta dentro de la tripa, que no queden huecos con aire, que se haga con una cadencia que impida que se rompa la tripa. Ni muy despacio ni muy deprisa, es un arte.

Tan importante como el embutido es el atado. Lo recomendable es hacer dos nudos en los dos extremos, uno fuerte, que marca el comienzo y el final del chorizo/ salchichón, y otro igual de fuerte cogiendo parte de la tripa y de la carne, volviéndose sobre sí misma, que reforzará el primer nudo. Hay que pensar que mientras el embutido esté curándose estos nudos son los que lo mantienen colgado (un extremo) y los que impiden que la carne se precipite al suelo (el otro). Si la carne está bien prieta, sin huecos, y los nudos están bien hechos, tenemos el 70% de la matanza asegurado, el otro se lo debemos al buen clima.
Esta tarea la desarrollamos entre todos, pues a todos nos entusiasmaba, incluidos Aaron y Clara que también hicieron sus pequeños chorizos, pequeños de tamaño pero no de importancia, pues quedaron tan bien como los de los mayores.

Como en este trabajo no pueden participar muchas personas a la vez sin molestarse, sólo el que gira la manivela para introducir las bolas, el que sostiene la tripa y la ata y el que la pincha para que no quede aire, el resto se iban turnando en limpiar, preparar mojitos, charlar, hacer los deberes del colegio con los niños (tienen la obligación, entre otras tareas, de leer un libro concreto cada fin de semana, el mejor camino para odiar la lectura, hacer de ella un trabajo forzado).
La gente iba y venía. Había llegado a mediodía la madre de Ale, Mº José, que se estuvo un rato con nosotros y luego marchó. Después el hermano de Ana, Jose, que ya ha estado en otras matanzas y que nos ayudó. Él llegó con Sara y Laia, la más pequeñita, sin ni siquiera ocho meses ya puede contar que ha estado en una matanza. Después de comer Sara y Laia se marcharon pero Jose se quedó a participar en todo. También llegó Miquel, venezolano afincado en España hace muchos años, que vino a la matanza por curiosidad y nos hizo reír a todos. Luego vino Luz, su pareja, siempre dispuesta y sonriente. Unos llegaban y otros se iban, pues como en todos los grandes acontecimientos, la matanza son muchas horas de trabajo y vigilancia, y requiere muchas personas: amigos de todos, familiares, y sobretodo ganas de trabajar y pasarlo bien, ¡que sólo es una vez al año!

Después de cenar, hicimos sobremesa y a eso de la una o las dos de la mañana nos fuímos a dormir, derrotados pero contentos por el trabajo bien hecho.

Teníamos dos bandejas, cada una con chorizos y salchichones, bien grandes y sin romperse la tripa.
Habíamos hecho cortezas para todos, costillas y lomo adobado, pinchitos morunos para comer ese mismo día, y sobre todo lo habíamos pasado estupendamente.

DOMINGO

El domingo nadie quería moverse de la cama, pero era imprescindible ir a colgar el embutido (chorizos y salchichones) a un lugar frío, y sobretodo seco.
Este año el lugar elegido ha sido Morella, (a una hora y cuarto de Castellón), una ciudad que además de ser preciosa (algunos dirán que no es ciudad, pero se equivocan), tiene un clima seco y frío que es propicio para el secado.
La casa la proporciona Miguel, una típica casa morellana de varias plantas. Subieron a colgar el embutido Mari, Miguel y Ana. Había mucha niebla ese día y Ana se mareó con las curvas (y con lo que no son las curvas, porque se había acostado a las dos de la mañana y levantado a las ocho). Una vez en Morella, compraron clavos y los pusieron en el garaje. Ningún embutido se había roto y fue muy sencillo colgarlos, aunque por si acaso, llevaban cordel para atarlo y tripa para cubrir por si alguno se reventaba.

He de decir que la matanza la hemos hecho muy tarde, pues normalmente se hace a finales de diciembre o principios de enero, al menos así la hacen las personas que nos han enseñado (todos de la provincia de Salamanca). Es muy importante que no venga el calor pronto, cosa que dudamos que venga en Morella, pero también la lluvia o la niebla, pues la humedad es igual de perjudicial. La familia de Ana, cuando hacía la matanza, la vigilaba en el pueblo, abriendo o cerrando las ventanas del secadero (para ellos la cocina vieja), e incluso poniendo braseros debajo del embutido para contrarrestar el frío y la humedad.

Después almorzaron, colgaron el embutido, compraron pan, flaons y demás dulces y se bajaron a Castellón de nuevo, a casa de Mabel y Paco, donde nos encontrábamos haciendo unas migas para todos (migas con pan de los Rosildos que había comprado Miquel tres días antes, y con carne de la matanza).
Después de comer, y aunque la matanza ya había acabado, siguió la tertulia. Se acercaron la hermana de Ale y Adolfo, su pareja, que es nuestro primo; también Santi, el hermano de Ale, y su mujer, con la niña que no tiene aún el año; vino Pepe, el padre de Ale, famoso por sus comidas monumentales (varios records Guinnes) , con el que mantuvimos una animada conversación y quedamos para el próximo año criar un cerdo ibérico y hacer la matanza con él; Miquel y Luz, que prepararon unas ricas arepas rellenas de queso.

Y así hasta las ocho de la tarde, que cada uno se fue a su casa, todos cansados pero sobre todo satisfechos, por haber hecho algo tan excepcional en estos días y por lo bien que nos lo habíamos pasado.

De momento, ya ha pasado casi un mes, hemos visto los embutidos y se están curando muy bien. Ninguno se ha roto y creo que podremos disfrutar de una buena matanza este año; pero más que el valor culinario, lo que se disfruta es saber que lo has hecho tú mismo, que no tienen conservantes ni potenciadores de sabor, y que has pasado un fin de semana con la gente que aprecias haciendo algo divertido y memorable.